Foto: El confidencial |
Lilian Calmejane demostró en su primera victoria en la octava etapa del tour de Francia que más que un ciclista un luchador, pese a que a cinco kilómetros de meta llegó a pensar que todo estaba perdido. Las piernas se le acalambraron y empezaron a dolerle de verdad, casi impidiéndole pedalear, igual no se dio por vencido y lo dio todo hasta le final, en su llegada a la estación de Les Rousses.
Superó la crisis inducida por la inevitable deshidratación a que condena rodar durante más de cuatro horas a pleno sol del Jura, a más de 30 grados, a casi 42 kilómetros por hora, y por unas carreteras que no ofrecían piedad ni respiro. Bajó el desarrollo y pedaleó más ligero, y con el rostro convertido en una máscara de dolor que le llevó a la felicidad.
Es la segunda victoria importante de la carrera de Calmejane, con tan solo 24 años, y encontró en su compañero de equipo Thomas Voeckler un espejo en el que mirarse. La anterior la consiguió de manera similar en la vuelta a España de 2016, en San Andrés de Teixido. Gran triunfo del francés, quien es llamado a ser uno de los mejores ciclistas en los próximos años.
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